“Dijiste: Iré a otra tierra, iré a algún otro mar.
Mejor que esta habrá alguna otra ciudad.”

—C. P. Cavafis

 

31 de octubre de 2017

 

Hace tres semanas que se concretó esta aventura vestida de un exilio educativo. Con un nombre resumido de Máster en ‘Matemáticas & Estadísticas’ en el País Vasco, en específico en Bilbao. En estos días han pasado muchísimas cosas buenas y unas pocas malas, que estas últimas suelen luchar con las primeras para tomar todo el protagonismo y obviar que la belleza de la vida está en los detalles. Al igual de cómo uno mismo va construyendo los mismos. Mi Mamá, fiel defensora del Cartesianismo, solía orar todos los días con mi hermano y yo antes de ir al Colegio e la iniciaba con la frase: “Gracias a Dios por el primer milagro del día, que es la vida.” El asunto principal de la oración, como la he interpretado durante esos años, son los detalles. De que cada instante presente está alimentando, y por ende generado, por una razón previa que se construyendo poco a poco.

Un matemático francés apellidado Laplace recoge en un ensayo sobre Probabilidades, esa semilla generadora de esas posibilidades de que un evento ocurra o no. Que principalmente están dadas porque existe al menos una justificación para esos posibles escenarios. Retoma este concepto de Leibniz sobre el Principio de Razón Suficiente, que cualquier cosa que exista tiene una razón suficiente para su idealización. Así de igual son las razones que mueven ciertas aventuras en la vida que uno nunca va a tener el pantallazo que hay al final de la película.

¿Por qué? Por el simple hecho de que esas razones del corazón, como les llamaba Pascal, son incorruptibles y la mente no puede entenderlas en el momento. Pero es la sonrisa de alguien en la calle, la pérdida de un papel importante en el Metro, ver a un niño jugar a la pelota en una plaza, lo que le va dando color a los días y aumentando el disfrute. De esos detalles deseo comenzar a escribir sobre esta travesía que hablaba al principio, en una especie de diario. Algo que hacía muy pequeño, el País Vasco y una amiga me han devuelto la idea. ¿Por qué no intentarlo? Mi Bisabuela decía que el peor manda’o es aquel que no se hace. A ver si contando historias se reconfirma el deseo constante de vivir.

2 comentarios en “#LapaixEnEuropa: Otra tierra. Otro mar.

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