La Ciudad más bella del mundo

«Al oír estas palabras

una falsa verdad se abrió camino…» [1]

«Dijiste: Iré a otra tierra, iré a algún otro mar.

Mejor que esta habrá alguna otra ciudad.» [2]

 

Cruza cerca de mí un deseo intenso de relatar, o mejor dicho de resumir, sobre mis vivencias en el lugar donde existo. Aunque no preciso el momento exacto en el cual me topo con una serie de lecturas que alimentan este deseo que antes menciono; pero puedo agradecerle al destino sobre el descubrimiento de este pasaje. Entre todo el material recopilado existe un texto póstumo de Denis Vairasse (Francia, 1677) donde se plantea la idea de una ciudad perfecta, cuyo nombre es Sévariade. Con la finalidad de preservar los contextos, retomo una de las citas acerca de este tema recogida por Zygmunt Bauman donde se trata de explicar los conceptos básicos y prácticos de dicha demarcación geográfica. Sin embargo, es responsabilidad del lector, luego de un repaso integral y exhaustivo del material bibliográfico, el ponerle nombre y cara a su propia Ciudad:

«Sévaride es “la ciudad más bella del mundo”; se caracteriza por “el buen mantenimiento de la ley y el orden”. “La capital está concebida de acuerdo con un plan racional, claro y sencillo, aplicado con rigor, que hace de ella la ciudad más regular del mundo.” La transparencia del espacio urbano deriva principalmente de la decisión de dividirla prolijamente en 260 unidades idénticas, llamadas osmasies, cada una de las cuales consiste de un edificio cuadrado con una fachada de quince metros de frente, un gran patio interior, cuatro puertas y mil habitantes “cómodamente instalados”. La “regularidad perfecta” de la ciudad llama la atención del visitante. “Las calles son anchas y tan rectas que uno tiene la impresión de que fueron trazadas con una regla” y todas desembocan en “plazas espaciosas en el medio de las cuales se alzan fuentes y edificios públicos”, asimismo de tamaño y dimensiones idénticas. “La arquitectura de las casas es casi uniforme”, aunque una suntuosidad adicional caracteriza las residencias de las personas importantes. “No hay nada caótico en estas ciudades: en todas partes reina un orden perfecto y notable” (los enfermos, los discapacitados mentales y los criminales han sido expulsados fuera de sus límites). Cada cosa cumple una función y por eso todo es hermoso, ya que la belleza caracteriza por la visibilidad de sus fines y la simplicidad de sus formas. Casi todos los elementos de la ciudad son intercambiables, lo mismo que las ciudades en sí. Quien visita Sévariade conoce todas las ciudades de Sévarambes» [3].

En lo profundo de la propia ciudad, a pesar de los hermetismos que se palpan al leer su descripción, se aprecia con facilidad que la perfección que se busca está dentro de una imperfección y percepción de las realidades y los espacios que la rodean. Así mismo Sévarambes se puede extrapolar en las cotidianidades de un país y, por ende, en sus ciudades. Entonces el Centro (y las afueras) de cualquier ciudad reflejan por mucho las descripciones mencionadas al principio por Vairasse. Aunque no lo parezca no hay una sola forma de ver la Ciudad a pesar de la simetría y el contexto de la redacción. En una ocasión Borges trata de explicar la multiformalidad (que se percibe en las descripciones de Sévariade) diciendo que «no era uno solo, sino el de todos los seres» [4]. Tampoco sus habitantes tienen las mismas interpretaciones ni experiencias del lugar en donde viven. Todo se genera porque cada uno la vive a su manera. Que existen varias Sévariade en el mismo espacio/tiempo. Tal cual como se resumen en otra cita de la investigación: «…la diferencia está en el vivirlo yo.» [5].

Queda el intento de analizar esta selección de relatos y experiencias; partiendo del hecho que «la memoria es un preciso museo de literaturas» [6].  Sí, cualquiera se preguntaría (aunque tal vez no) el porqué de tan pocos casos de estudio sobre este fenómeno, con la existencia de tal diversidad y que la expresión se construye en paralelo a la búsqueda de la identidad. Sin dejar de mencionar que el espíritu que mueve al desarrollo de estos aspectos no es identificar la mayor revelación, sino darle voz a quienes puedan mostrarnos el camino hacia la Ciudad. Respondiendo a esta última cuestión, algo igual como se menciona al final de la cita anterior, pero en este caso parafraseo la oración:

«Quien conoce estas historias de la Ciudad, conoce todas las otras.»

 

II

  Permíteme perderme en tus adentros, para luego no querer escapar de ti. No importa que la avenida esté muerta. Aparcada de almas. Sola, apartada y gris. Ahí tengo los momentos que necesito. Desde que me despierto hasta que me duermo. Sin ninguna demora llega cada día. Esto es la Ciudad. Llena hasta su último rincón. Sin que una calle se vea sola, con el gusto de decirse: —Estoy vacía. Sola y sin una persona con quien yo pueda pasar.

Recuérdame que más allá de tus límites existe un recuerdo por recuperar; como esos versos viejos y con polvo, oxigenándose a la par de una vela. Hablándole a los objetos sin que las respuestas se tornen certezas. Porque el tráfico insoportable en la Ciudad no soporta otro poema, traducido en piques y sonrisas.

Tócame. Para ver si esta vez puedo perderme en ti, en todas tus viejas experiencias. Hay en tus calles algún un recuerdo olvidado, con el olor a aceite, que refleja nuestra realidad. Oscura, desvanecida e infeliz.

Piénsame. No hay ciudades como tú. Lo repito, no me desampares; sé que en tus rincones están las respuestas y en tu ser las preguntas que después me haré.

III

«Tanto he andado esta Tierra

Que es ella la que anda ya.» [7]

 

Cuando vengan tus noches frías de temporadas

Aquellas que un viento

Cambia la normalidad de tus días,

Tendré clara la certeza

De que eres para mí.

Porque todos hablan de tus calles

Sin conocerte,

Pero una salida basta para comprenderte

Ya que viene de ti el hecho de no olvidarte

Nunca jamás;

No hay camino que se te avergüence

Ni urbe gigante que se te asemeje

Debido a que no hay un halo de envidia

Que te cubra, como las nubes cubren

Tus secretos en la mitad de la noche.

Poco a poco puedo ir escuchándote,

Aunque la mayoría no pueda hablar.

Escucho los murmullos

De tus calles que me persiguen

Madrugando,

Buscándome,

Con la esperanza

De que un viento recio

Bastará para sanarme (…)

 

IV

 

«La Historia es solo una forma

de perder el tiempo…» [8]

 

No soy dado a eso de escribir, mucho menos poesía. Aunque se necesita para momentos dentro de la normalidad de la Ciudad. Con el tráfico, las faltas morales, los autobuses en una avenida concurrida. El barbudo de Cortázar se inventó miles de cosas, debido a la fuente de inspiración del transporte público (aunque solo pudo sacar Ómnibus en Bestiario). Para evitarme los sustos innecesarios, quise cambiar de hábito e irme a pie a la oficina. Por un asunto logístico y económico. Dicen que a donde hace más frío, solo utilizan sus vehículos los fines de semana.

Yo no soy quién para delimitar hacia dónde debiese ir. De por sí tenía fama de haber cruzado, por más de veinte años, el mismo trayecto asfaltado. Como si contara como un logro o récord. Sufría. Cada caminata, la veía sin el mismo reparo que la anterior. Un día sobre otro. Personas; rodeado de sus propios trayectos. Algunos doblaban, otros se paraban en la esquina, sin importar el semáforo o la señalización. Otros, por el cambio de verde a rojo, se quedaban quietos. Los otros personajes no podían pasar. El árbitro en este duelo no sufría nada frente al espectáculo de la intersección; no había el porqué: en la próxima había otra sala con un libreto diferente. Rutas distintas se fusionaban. En mí se creó la armadura imaginaria del aire acondicionado dañado; los ciudadanos de a pie le llamamos calor. Treinta y cinco segundos para intentar cruzar. Un vehículo dañado en la vía. Quince minutos perdidos. El otro semáforo sin luz. Los árbitros tardan en aparecer. Los duelos a sangre fría se acabaron. Es mejor morir por la desesperación de nunca moverse. El semáforo en amarillo es un bono del verde. Una transmisión dañada y otra (radiofónica) que se escucha a la par con lo habitual: «La hora pico / El ruido / Cinco de la tarde / Me desperté temprano / Y como quiera / Se me fue la hora. / Tuve que llevarle / Algo a mi Abuela / Ni la miré / Pero me despedí. / Me tiró un beso / Le pedí su bendición. / Dos cosas tengo claras, / Las escribo más abajo: / Más que sentía / La necesidad de llegar. / O, tal vez, de volver».

Buscaba la salida fácil. Odio las rutas críticas, pero toda la Ciudad está plagada de ellas. No soy dado a eso de escribir; mucho menos vivencias, pero esto debía salir: Todo comenzó extrañamente cuando llegué al barrio. A ese grupo de casas que rodearían mi nuevo hogar. La casa antigua de Mamá. Luego de estar escribiendo en la parada. Me cansé y volví a caminar. Menos desesperado que antes, a pesar del ahorro que percibía. Recuerdo «Tuve sueño. También, por el susto, un poco de frío».

Hay algunas personas que dicen que el Parking Manhattan queda un poco más hacia delante; lo que no sé si es precisamente hacia El Sur.

 

V

Sé que no podré destruirte

Ni nadie que te habite

Por esa condición que posees

Que nos cubres

Y escondes todos nuestros miedos

En tus calles, filas de supermercado

Y tráfico en las avenidas.

Oh Ciudad;

Escápate.

No regreses.

Los motivos sobran

Para tu partida.

Aléjate. Vete lejos.

No dejes rastros.

Ni trates de

Esconderte

Entre tus silencios.

Mira hacia allá,

Piérdete.

No dejes

Huellas al salir.

No te quiero

Entre mis parques

Ni en entre mis matorrales

Santo sea

El Domingo,

Cuando decidas

No ser.

Desaparecer.

Descolórate:

Como el atardecer (…)

VI

Unos amigos, luego de tomarnos un café, iniciamos unas conversaciones acerca de lo tedioso que es moverse de ciudad en ciudad, me ilustraron la característica interplanetaria de La Ciudad. Ese factor lunar que está a la vista y de la soledad en sus periferias. La Ciudad está entre desiertos y los vientos llegan a nuestras vidas con una facilidad increíble. No hay peaje que pagar desde lo alto de la montaña hasta el parque que está al frente de cualquier casa.

Yo he llegado a la Ciudad Imposible. Donde hay paradas eternas. Aunque por fin mi espera tendrá un final feliz al pasar toda esta hilera de semáforos en un período tan pequeño. He de volver a aquellas enormes y largas avenidas, igual que el viaje de Ulises hacia Ítaca.

Por aquello de que uno no debería volver a aquel lugar donde ha sido feliz, esta Ciudad es lo que es y representa. Cada vida anclada a sus calles y recuerdos; es ella quien vive en nosotros y anda más entre nosotros. Su imperfección obliga a no ser aburrida, a pesar de que nada nos sorprende. Pero esto último es una vil mentira; sí nos sorprendemos de cada evento que nos regala y las molestias que nos produce cada mañana.

El sueño de muchos de nosotros ha sido que te conviertas en otros lugares. Como que sin ti no fuera suficiente la dicha de que habrá algo nuevo al doblar de la esquina. La gente busca esos sueños anhelando que te tornes fácil y que la vida, de esa misma manera, se vuelva más leve. Pero cumples tu función de ser quien nos mantenga aquí; sabiendo que muchos han escapado de ti.

Desde el principio queda clara la idea que eres única. Tu gente habla de ti como si te conociera desde que eras una sola partida de calles apoderadas de militares e intereses que no estuviste nunca clara de conocer. La luz de lo que serías te llegó sin avisar. La historia ahí está. Solo falta contarla. Que tus sueños acumulados muestren de que estás hecha. Por esta razón, tal vez sin saberlo, tus fundadores te forjaron. A ladrillo y luego convertida en cemento. En esa jungla oscura, sin un mínimo de decencia. Luchadora contra el tiempo y madre de héroes, villanos y tumbas. Queda en ti aún lucha y sueños, como las otras ciudades que se alimentan de ti. Eres parte del centro, al igual que la paz y el caos. Revuelto el hecho de que no te esconderás nunca, ni tus ojos buscarán perder el contacto con los míos, ni de quienes estamos en ti.

VII

He visitado la Ciudad Imposible,

He vivido en sus calles

Para darme cuenta que en mí

Están sus alegrías y miserias,

De esta urbe me hice dueño

Y no defraudó en lo íntegro

Nada de lo que me ofreció en principio.

Dejo estos espacios revelándoseme

De que si ella es infinita

Es porque yo también lo soy.

De que sin mí ni los otros

Es solo muerte y soledad.

La Ciudad son sus habitantes,

La Ciudad me ha elegido,

Aunque crea que lo hice yo.

 

En el mismo autobús (me) reescribo,

En sus calles me veo caminar en

Las distintas fases que fui, porque

No soy aun lo que una vez imaginé

Pero soy muchas cosas que nunca soñé.

Desde ahí, entre la multitud

Yo busco aquel rostro que a los lejos intento ver

Que se aleja (o al menos eso siento)

[cuando me acerco.

Estos trozos de pensamiento voy

[amontonando,

De ellos, como los de muchos otros,

Está construida esta ciudad.

 

Al lado de mis días

[y de mis pasos

Crecieron mis sueños,

Reverdecían al toque

[del viento entre

Sus dedos y manos.

De aquella forma

La Ciudad me poseía

[con sus dudas

Y carencias que solía

Yo enmendar con mi

[impaciencia.

La Ciudad crece en mí,

Yo en la Ciudad vivo.

La Ciudad vive en mí.

No merezco reflejarme

[en sus calles ni

en sus aceras.

En conclusión,

La Ciudad soy yo.

 

VIII

Lo único que puedo decir acerca de aquí y de otras historias de esta Ciudad, muchas por demás, es que se vuelvan una postal de todos sus rincones. Que, al reverso, debajo de la información general diga:

«Quien visita La Ciudad conoce todas las ciudades cerca de aquí.»

La felicidad se encuentra en los detalles que no solemos ver. La Ciudad vive en mí, porque ella, como los libros, nos eligen primero y cuando estamos preparados. Espero que nunca desaparezca. Espero nunca salir de ella. Escuchar todas estas historias, entender que existen salidas y correr hacia ellas; como si no hubiese mañana. A pesar que detrás de mí irá y nunca me dejará. Aunque no haya nada qué buscar, nuestras vidas están aquí. Si hemos de destruirlas, habrá que dejarlo todo: las experiencias, los recuerdos, sus apariencias. Renunciar a la Ciudad es el olvido, que no quede rastro; al igual que me destruyo durante el día. Habrá que dejarlo todo y quemarlo, así como Gedeón hizo con sus puentes. Por esto es la Ciudad más bella del mundo; porque yo he de menguar para que crezca ella.

 

—————————————–

[1] Nabokov, V. (2017). Pálido Fuego. Barcelona: Editorial Anagrama.
[2] Kavafis, K. P. (2019). Poemas. DeBolsillo.
[3] Bauman, Z. (2010). La globalización: Consecuencias humanas (Quinta edición ed.). (D. Zadunaisky, Trad.) México: Fondo de Cultura Económica.
[4] Borges, J. L. (1960). Pedro Henríquez Ureña, Obra Crítica. México: Fondo de Cultura Económica.
[5] Kant, I. (1778). Crítica de la Razón Práctica.
[6] Borges, J. L. (1960). Pedro Henríquez Ureña, Obra Crítica. México: Fondo de Cultura Económica.
[7] Del Cabral, Manuel. Carta a Compadre Món. Compadre Món.
[8] Pumarol, Homerol. (2011). Poesía Reunida 2000-2011: Doctor Vertiz 737.

#LapaixEnEuropa: Otra tierra. Otro mar.

#LapaixEnEuropa: Otra tierra. Otro mar.

 

“Dijiste: Iré a otra tierra, iré a algún otro mar.
Mejor que esta habrá alguna otra ciudad.”

—C. P. Cavafis

 

31 de octubre de 2017

 

Hace tres semanas que se concretó esta aventura vestida de un exilio educativo. Con un nombre resumido de Máster en ‘Matemáticas & Estadísticas’ en el País Vasco, en específico en Bilbao. En estos días han pasado muchísimas cosas buenas y unas pocas malas, que estas últimas suelen luchar con las primeras para tomar todo el protagonismo y obviar que la belleza de la vida está en los detalles. Al igual de cómo uno mismo va construyendo los mismos. Mi Mamá, fiel defensora del Cartesianismo, solía orar todos los días con mi hermano y yo antes de ir al Colegio e la iniciaba con la frase: “Gracias a Dios por el primer milagro del día, que es la vida.” El asunto principal de la oración, como la he interpretado durante esos años, son los detalles. De que cada instante presente está alimentando, y por ende generado, por una razón previa que se construyendo poco a poco.

Un matemático francés apellidado Laplace recoge en un ensayo sobre Probabilidades, esa semilla generadora de esas posibilidades de que un evento ocurra o no. Que principalmente están dadas porque existe al menos una justificación para esos posibles escenarios. Retoma este concepto de Leibniz sobre el Principio de Razón Suficiente, que cualquier cosa que exista tiene una razón suficiente para su idealización. Así de igual son las razones que mueven ciertas aventuras en la vida que uno nunca va a tener el pantallazo que hay al final de la película.

¿Por qué? Por el simple hecho de que esas razones del corazón, como les llamaba Pascal, son incorruptibles y la mente no puede entenderlas en el momento. Pero es la sonrisa de alguien en la calle, la pérdida de un papel importante en el Metro, ver a un niño jugar a la pelota en una plaza, lo que le va dando color a los días y aumentando el disfrute. De esos detalles deseo comenzar a escribir sobre esta travesía que hablaba al principio, en una especie de diario. Algo que hacía muy pequeño, el País Vasco y una amiga me han devuelto la idea. ¿Por qué no intentarlo? Mi Bisabuela decía que el peor manda’o es aquel que no se hace. A ver si contando historias se reconfirma el deseo constante de vivir.

Llanto sin Término por el Hijo Nunca Llegado • Carmen Natalia

Dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro 2017 (#FILSD2017), Argénida Romero cubrió la recuperación de un poema de la escritora dominicana Carmen Natalia Martínez Bonilla: Llanto sin término por el hijo nunca llegado. Entre las personas estaba la propia hermana de la poeta; quien expresa la trascendencia de este poema en conmemoración del centenario del natalicio de la Carmen y que fue, a su vez, galardonado en 1959 por el Premio del Ateneo Puertorriqueño.

Al momento de leer el artículo, recordaba lo importante de investigar sobre estas voces que, hasta hace algún tiempo, y por la misma Argénida, yo descubrí. Esas voces que están en un instante de un país que expresan el relato interno en las letras de ciertas personas. Pasó igual con poetas como Franklin Mieses Burgos y la misma Aída Cartagena Portalatín. Que tomaron contextos específicos de su círculo para volver sus letras más universales. Un ejemplo de cada uno:

Gracias a Argénida por compartir y le pongo voz a este poema tan desgarrador en #EncuentroConLaPaz.

Invocación

Te invoqué desde el fondo del abismo.
Te llamé, desesperadamente,
gritando el dulce nombre a tus oídos …
pero tú estabas lejos.
Tan lejos, hijo mío, como las rútilas estrellas,
durmiendo un largo sueño interminable…
y no me oíste.
Entonces, hundí mi rostro en el polvo del camino
y te lloré, con un llanto sin consuelo
que sembró sus cristales sobre la tierra dura.
Te lloré con el llanto más amargo y recóndito
que jamás ha llorado ojo humano en el mundo.
Nueve llantos de luna
y un llanto décimo y sin término sobre la tierra dura.

Llanto Primero

Duerme, hijo mío, duerme.
La noche es infinita como mi amor,
y apaga sus estrellas
para que nada turbe tu sueño, ni siquiera
la luz… Duerme, hijo mío…
La luz es la verdad y es la vigilia.
Noche: apaga tus lámparas insomnes!
Luna: arropa tus carnes!
No se filtre la luz en sus pupilas!
Duerme, hijo mío, duerme.
Coge mi mano. Oprímela. Estoy aquí, contigo.
Contigo bajo la noche larga y oscura
y solitaria. Estoy contigo!
No entreabras los labios. No preguntes.
No hagas preguntas abismales. Duerme.
Coge mi mano. Oprímela, hijo mío.
Estoy aquí, a tu lado, igual que siempre.
Ángel de su guarda,
apresura tu mano, antes de que sea tarde!
Apaga los luceros! Apaga los luceros!
Quémate tú las manos. Arden tus cabellos sueltos
y tus alas y tus velos…
Pero no dejes que la luz penetre sus párpados cerrados!
Duerme, hijo mío, duerme…
Estoy aquí, contigo… en la sombra,
sin estrellas, sin luceros…
Estoy aquí, a tu lado, igual que siempre!
Pero no abras los ojos. Duerme. Duerme.

Llanto Segundo

Culpa fue de mi egoísmo. Mi egoísmo.
Quería respirar un aire puro
más allá del lejano horizonte inalcanzable.
Quería ver el mar. Quería ver los puertos
llenos de sol y espaldas verticales
cargando fardos junto a la sonrisa.
Quería ver las muchedumbres
que van y vienen, con las manos libres
y los pies desenraizados, sueltos.
Quería oír la música de los ríos livianos
y del viento golpeando las cañas que no amargan.
Quería respirar un aire con olor a canciones,
con olor a palabras sin arrugas,
con olor a pregones
enarbolados en todas las paredes,
en las aceras, en los techos, en las calles.
Pregón de flores y de frutos desparramados en color y azúcar;
Pregón que no retuerce el hombre, ni el dolor, ni el miedo.
Quería jugar con niños que no temblaran de pavor
ante la sombra repentina de un uniforme sobre el suelo.
Quería jugar con niños que supieran reír
sin toparse la boca con angustia.
Eso quería en mi egoísmo. Eso.

Llanto Tercero

Tal vez fue cobardía.
Pero pensé que un hijo
siempre tiene derecho a preguntar:
“¿Por qué lo hiciste?» … Y sentí miedo.
Miedo a las abismales preguntas de los niños!
Y además, aquel aire.
Aquel aire viscoso, espeso como engrudo,
donde las alas se quedaban rígidas
y el ímpetu del vuelo desnucado.
¿Qué hubieras hecho tú con tus recién nacidas alas?

Tal vez fue cobardía o egoísmo.
Y sin embargo, te soñaba.
En mitad de la noche estremecida
de indistintos luceros y puñales.
Dentro del insaciable vórtice de fuego,
girando con las rosas y los cráneos, te soñaba.
Bajo la punta de la espada suspendida
en el aire, de crepúsculo a crepúsculo…
Aún en medio del horror y la agonía
y el espanto, te soñaba!

Llanto Cuarto

Yo te soñé, hijo mío.
Te soñé sin un rostro preciso. Sin un color determinado
para el iris abierto a la desolación del mundo.
Sin la medida exacta de tu estatura física.
Más te soñé la pensativa frente
y te soné la franca, la cordial sonrisa.
Te soné la alegría sin palabras.
Te soñé la ternura,
multiplicada en tu habitual manera
de hacer las cosas. Te soñé la esperanza,
abierta como una flor en mitad de tu pecho atormentado.
Te soñé la cordura.
Te soñé la levantada cerviz
ante la sola insinuación de la coyunda.
Te soñé el gesto manso
de tu mano hacia los nidos y las flores.
Te soñé el corazón, abierto en la desgarradura del dolor
por todos los que sufren en el mundo.

Te soñé sin un rostro preciso ni una medida exacta.
Mas te soñé, hijo mío, un hombre.
Un hombre, hecho de arcilla y lágrimas.
Un hombre entero y vertical,
plantado como el asta de una bandera al viento.
Clavado en la tierra dura como un mástil.
Un hombre hecho de arcilla y lágrimas,
con una rosa blanca sobre el pecho
y en las manos… en las manos…
Oh, hijo mío, nunca jamás nacido,
en las manos … las rojas señales de los clavos!

Llanto Quinto

Cuando debí buscarte,
sólo pensé en un aire más liviano y más puro.
Cuando debí tenerte a mi vera,
rosado, igual que un caracol del mar,
y enseñarte a decir las palabras primeras,
mi voz sólo sabía decir las últimas
que en la vida aprenden
palabras duras, agrias, con sabor a sepulcros,
agonía, dolor, martirio, tortura, muerte.
Cómo hubiera podido enseñarte a decir:
vida, alegría, luz, amor, ensueño, besos!
Cuando debí buscarte,
no había un espacio limpio
donde cupiera tu rosado cuerpo…
Aún para un jergón de paja fresca
no había un espacio libre de fusiles.

No había un espacio libre de mordazas.
No había un espacio libre de puñales.
No había un espacio para ti, hijo mío.
En cincuenta y tantos kilómetros cuadrados
de tierra generosa y fértil
no había un espacio limpio
donde cupiera tu rosado cuerpo!

Llanto Sexto

Si yo te hubiera dado vida…
¿qué hubieras hecho con tu vida, tú, que nunca la pediste?
¿Qué hubieras hecho con tu vida? Dime!
Ya sé. Hubieras hecho una canción, tal vez.
Una canción al viento.
Con la humedad del musgo debajo de la nuca,
cara al cielo,
hubieras entonado tu canción junto a los árboles.
E igual que el pobrecito de Asís, dulce y tranquilo,
hubieras conversado con los pájaros.
Y hubieras amado a las pobres bestias de Dios,
comprendiendo su lenguaje indescifrado.
Y hubieras recortado margaritas
para dejarlas, con un ruego
junto a la virgen de los dolorosos ojos
siempre cerrados.
Si yo te hubiera dado vida,
hijo mío, nunca jamás nacido…
Qué dulce canción de amor habrías hecho
con la vida que yo te hubiera dado!

Llanto Séptimo

Cuando tú hubieras visto lo que vieron mis ojos…
qué gran dolor el de tu carne abierta!
qué gran dolor en tu costado herido!
Cuando tú hubieras visto:
Duras patas de bestia sobre pechos escuálidos.
Claros puños erguidos bajo un cielo tasado.
Rojos cinturones férreos oprimiendo esperanzas.
Largas cabelleras sueltas barriendo el seco polvo.
Cadáveres de sueños.
Cadáveres de llanto.
Cadáveres de sangre.
Cadáveres de plomo… caminando… caminando.
Cuando tú hubieras visto lo que vieron mi s ojos:
Sombra en el claro curtidor.
Sombra en la ronda de los niños.
Sombra en el vuelo de los pájaros.
Sombra en el asfalto y en la luna
y en el surco y en el tejado.
Sombra en mi carne y en tu carne
y en la carne de todos …
Sombra en el sueño y en la carne…
Cuando tú hubieras visto lo que vieron mis ojos:
Muerte a los rosados caracoles. Muerte
Muerte a las orquídeas y a los nardos. Muerte
Muerte a los ríos y al torrente y al arroyo. Muerte.
Muerte a las mariposas efímeras
y a las hormigas simples. Muerte. Muerte.

Muerte al aire y al pulmón que lo respira. Muerte .
Muerte a los hilos dorados del ensueño. Muerte.
Muerte al sueño de tenerte, hijo mío. Muerte.
Muerte al sueño de tenerte!

Llanto Octavo

Después…
Cuando tú hubieras visto que era yo quien sufría.
Las patas de la bestia encima de mi pecho.
El rojo cinturón tatuando flores cárdenas
en mi cintura exhausta.
Mi cabellera a rastras, sobre el polvo
y mi claro puño erguido bajo el cielo,
imprecatorio.
Cuando tú hubieras visto que era yo quien sufría…
Sombra en mi carne y en mi sueño.
Y muerto de muerte poderosa y arbitraria
todo lo mío: mis nardos, mis orquídeas,
y mis rosados caracoles
y mis simples hormigas
y el torrente y el río de mi heredad
y mis efímeras mariposas y mi sueño…
Mi sueño de tenerte a ti hijo mío!
Cuando tú hubieras visto que era yo quien sufría…
y hubieras visto arrastrado mi cuerpo
sobre el camino duro y solitario y ascendente…
¿qué hubieras hecho? Dime!
¿Qué hubieras hecho con tu vida
sino extender los brazos, abrirte en cruz
y dejar que en tus manos florecieran
las rojas amapolas de los clavos?

Llanto Noveno

Hoy, cuando ya la tierra me reclama
sé que todo, hijo mío, está perdido.
Es tarde, ya. La hora que pasa
no vuelve atrás su aguja inexorable.
Y sé que nunca, nunca, serás mío.
Egoísta y cobarde. No sé. Mas, te he perdido
para siempre… Aunque nunca te tuve
más que en sueños,
fuiste el más alto sueño de mi vida.
Hijo mío, nacido un poco más allá del horizonte,
con los pies desarraigados, sueltos
como cabellos de ángel… Hijo mío …
Solo ahora, cuando es tarde,
sé que hubieras querido nacer un día cualquiera
no importa cuán escaso fuera el aire
para tus alas nuevas.
Sólo ahora ahora, cuando es tarde
sé que hubieras querido sufrir por mis heridas.
Hijo mío, hijo nunca llegado,
hijo nunca nacido. ..
Es tarde ya. La vida acaba.
Hubiera sido fácil, tan fácil, tan sencillo
Tan simple, sí. Tan simple.
Pero yo fui cobarde… o egoísta.
Y te dejé en la sombra de un deseo.

Llanto Décimo y sin Tiempo

Perdóname, hijo mío.
Te quedaste en la sombra de un deseo.
Tus manos, desde la otra orilla, buscan mis manos,
ávidas de salvar tiempo y espacio.
Pero sé que mis manos nunca habrán de alcanzarte:
Perdóname, hijo mío.
Hijo nunca llegado, pero amado
más allá de tu angustiosa irrealidad. Hijo perdido
sin haberte encontrado. Hijo llorado
con todo el llanto de mis insondables ríos desbordados.
Hijo sin tiempo, sin espacio.
Sin ayer ni futuro. Hijo inmaterial y desuncido
de mi carro. Hijo lejano y triste
por no haber nacido un día claro de sol y de alegría.
Hijo mío, desligado de mí para toda la vida,
desligado de mi pena y mi vacío.
Hijo nunca llegado, pero siempre ceñido a mi cintura
junto con el cilicio que me hiende las carnes.
Hijo de mi tormento y mi vergüenza
por no haberte legado la vida que pedías.
Perdóname, hijo mío.
Perdona que no te diera las alas que te soñé,
ni el desgarrado corazón,
ni el asombro de nacer un día cualquiera
bajo este claro cielo derramado en estrellas.
Perdona que no te hiciera subir
desde el fermento amargo de mi angustia
y escatimara tu ración de vida.
Tú, que hubieras sido mi resarcimiento y mi equilibrio!

Perdóname, hijo mío…
Toda mi vida, ahora, será una penitencia
por mi flaqueza y mi ignorancia y mi torpeza.
Que pudiéndote llevar por el camino,
tu pie junto a mi pie y tu mano en mi mano,
te he dejado en la sombra de otra orilla.
Y mientras tú me buscas, yo te busco,
sin poder encontrarnos. Desligados. Desasidos.
Desterrados los dos sobre la tierra.
Sin tierra tú, debajo de tus plantas
y yo sin tierra, debajo de las mías.
Y con la tierra a punto de tragarme
sin haberte alcanzado ni poder alcanzarte ya en la vida! Perdóname, hijo mío!

 

Referencias

Libre, D. (27 de Abril de 2017). Carmen Natalia. Poema Llanto Sin Término Por El Hijo Nunca Llegado. Obtenido de Scribd: https://www.scribd.com/document/346511351/Carmen-Natalia-Poema-Llanto-Sin-Termino-Por-El-Hijo-Nunca-Llegado

Romero, A. (27 de Abril de 2017). Veinte voces rescatan las palabras de Carmen Natalia. Recuperado el 09 de Mayo de 2017, de https://www.diariolibre.com/revista/cultura/veinte-voces-rescatan-las-palabras-de-carmen-natalia-KM6943149

 

Messi es un deporte por sí solo.

Sobre Messi y #ElClásico, por María Jilo.

Jilo Sport

messi.jpgLionel Messi tras marcar el tercer gol contra el Real Madrid,  en el Santiago Bernabeu. Juan Carlos Hidalgo/European Pressphoto Agency.

No era una película de John Houston. Histórico Leo Messi. Bestial, bárbaro, colosal. Sangre, sudor y un doblete para volver a creer en el Barça. El “10” ha sido trascendental por todo. Por su genialidad, por sus goles, por su técnica pero, sobre todo, por su influencia para decidir un partido y quizá, también un título. Una criatura que rompe guiones, determinante cuando debe serlo y absolutamente demoledor. El único que se quita la camiseta y muestra al Santiago Bernabéu su camiseta y al escudo que pertenece. “Recordad mi nombre”. Y la historia quiere que el club del palmarés más imponente del fútbol recuerde por los siglos de los siglos al causante de ganar una de las últimas ocho ligas pese a tener en sus filas una de las plantillas…

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¿Cómo Odebretch sí pagaría los US$184MM?

Este pasado miércoles 19 de abril, el Tercer Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional homologó el acuerdo de Odebretch con la Procuraduría General de la República. Con esto se reafirma el compromiso de la empresa brasileña en pagar el monto de 184 millones de dólares al Estado Dominicano. Este mismo juzgado explica la distribución de los desembolsos pactados con la empresa brasileña (páginas 29 y 30) por los siguientes 8-9 años. Enmanuel Cedeño Brea, en su artículo “¿Odebretch pagará $184 millones?” explica el por qué en el acuerdo realizado por la Procuraduría no se tomó el valor del dinero en el tiempo. Sabiendo, en primera instancia, que un dólar (US$1) hoy no vale lo mismo que uno en un año:

“La razón por la cual la suma de $184MM no es el valor presente actual es sencilla: la Procuraduría General de la República (PGR) no tomó en cuenta el “valor del dinero en el tiempo“. Cien pesos dentro de un año, valen menos que cien pesos hoy. Esto porque si tengo cien pesos hoy, los puedo invertir y así tener más de cien pesos dentro de un año. Por lo tanto, cien pesos dentro de un año valen menos que cien pesos hoy. Mucho menos si quien se compromete a pagarte los cien pesos dentro de un año tiene un alto riesgo de no existir a futuro.”

—Enmanuel Cedeño Brea

Partiendo de que sabemos que esos US$184MM pactados este año, no valdrán lo mismo al final del acuerdo en el 2025, con este esquema, una pregunta surgiría: ¿cómo Odebretch sí pagaría el monto pactado al valor real del dinero en el tiempo? Tomando en cuenta de que si se tuviese este esquema de pagos preestablecido y se pudiese mejorar (en el momento que se diseñó), cuánto deberían ganárseles a esos flujos.

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Gráfica 1 – Flujo de Pagos del Acuerdo PGR-Odebretch


El acuerdo PGR-Odebretch tendría un valor presente de US$137,865,764.73, que representaría un porcentaje de pérdida de un 25.07% versus el monto pactado inicialmente; con un concepto delicado debido a que el Estado busca resarcir el efecto del proceso ilícito realizado por la compañía brasileña en país. Tomando como tasa para descontar estos pagos la de los bonos soberanos de Brasil, que es de 10.48%*.

*Esta tasa es debatible y que sirve como punto de partida para el ejercicio ilustrativo. Esto podría ser algo variable que tome en cuenta y actualice el riesgo crediticio de Odebrecht (quizás anualmente).
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Gráfico 2 – Montos ideales de los pagos del Acuerdo PGR-Odebretch
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Gráfico 3 – Valores presentes de los montos ideales del Acuerdo PGR-Odebretch

El porcentaje del 25.07% sería el margen óptimo de ganancia sobre los pagos ya estipulados, con fin de solventar la pérdida financiera que tiene el acuerdo en estos momentos. Aunque la suma de los mismos dé el total de los US$184MM. Con este esquema ideal, a través de la vida del acuerdo, el Estado Dominicano estaríanpercibiendo un total, al final de los 8-9 años, de US$245,572,206.18; valiendo de forma actual los US$184MM por concepto de la multa.

Por estos conceptos básicos de Finanzas, ¿por qué la Procuraduría solo quedó con el aspecto nominal del dinero y no su valor a través del tiempo? Esto sin agregar los temas de riesgos de una empresa que su valorización está disminuyendo en el Mercado Internacional. Con este último resumen gráfico de esta propuesta, ¿se pudiese mejorar? Yo no tengo la respuesta. Eso sí, con unos minutos de pensarlo un poco más, sí se pudo evitar.

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Gráfico 4 – Flujo ideal de los pagos del Acuerdo PGR-Odebretch
Nota: Plantilla de Excel con el modelo utilizado • PGR-Odebretch_v1.0

Llovía en Cabrera

Explor - a - Dora

Llovía en Cabrera

cabrera

“Mientras miraba el mar desde el balcón donde amaneció un domingo y el sol no se despertó, pensaba sobre las cosas que había vivido en los últimos meses. El recordar se sentía como ver una película desde afuera, donde no se reconocía, donde veía una persona que no era. El momento en que la vida le hizo olvidar quien era para regresarla con mas fuerza, quizás lo doloroso del proceso había valido la pena, claro… siempre y cuando de nuevo no se perdiera”.

Hay algo en la naturaleza que te lleva a pensar, cosas que van desde la inmortalidad del cangrejo hasta la insoportable levedad del ser, o cuestionar desde el color del esmalte de uñas hasta las mas importantes decisiones tomadas, y en ambas situaciones la duda es válida.

¿Quiénes somos para cuestionar las decisiones de los demás, y entonces pretender que es injusto cuando cuestionan…

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Navegar sobre la sociedad líquida

Navegar sobre la sociedad líquida
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En los últimos años, una de las conversaciones que he tenido con mi Mamá ha sido el tema de cómo hemos ido perdiendo la esencia de la vida dentro del mundo de virtual. En el cual estamos totalmente sumergidos. Este tipo de hechos lo hemos aceptado de tal manera que es parte principal de nosotros. La conexión a internet, las redes sociales y todo el discurso que conlleva la exposición a nuestra realidad para con otros.

Zygmunt Bauman fue quien pudo aprovechar y realizar las críticas más directas a la interconectividad que llevamos todos. Aunque tendiera a ser un poco ácido en sus planteamientos. Hasta llegar a verse como un viejito sin mucho que aportar por esas personas que no hacían liga con él.

La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti.

Una de las enseñanzas dentro del contenido de su obra fue enmarcar ese “declive” de la Humanidad en tornarse líquida esa esencia. Así, dentro de un ejemplo sencillo, como el agua. Aunque las redes han derivado aquella ecuación de lo socialmente correcto en las relaciones humanas, también implícitamente da como válido y trascendente el hecho de que aún la conectividad existe y que la misma genera vida. Nos incita a preguntar, aunque no sean las preguntas correctas. A cuestionar que hay un más allá del perfil de Facebook o el tuit que ve un su cliente de Twitter favorito. Siempre existirá la responsabilidad de que esto nos ha vuelto más transparentes. Mami suele poner en la jugada que nos exponemos más de la cuenta.

Formular las preguntas correctas constituye la diferencia entre someterse al destino y construirlo, entre andar a la deriva y viajar. 1

Sí, bastante expuestos que estamos. Pero conocemos más personas que están en la disposición de ser ayudadas y aprender mutuamente en el proceso. Nos volvemos puentes a la hora de que escribimos un estado en Facebook o nos molestamos con el tema del momento por Twitter. Queda en nosotros en dosificar y aprender del proceso. Mami y yo, terminando esas conversaciones kilométricas, concluimos que antes en la sociedad líquida se debía nadar para llegar a un sitio; ahora navegamos y vemos el horizonte de frente (y, mayormente, acompañados).


[1] Bauman, Z. (2010). La globalización: consecuencias humanas. P. 12. Distrito Federal, México.

 

A ti, Luisito.

A ti, Luisito.
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Pero también porque allí,
fue donde en paz nací yo.
—Manuel del Cabral (1)

Los seres humanos solemos ser movidos por los sentimientos que genera todo lo que nos representa. Desde nuestras creencias, modos de vivir y, hasta mucho más, las personas que de alguna manera nos vemos proyectadas en ellas. Si de algo se ha encargado el Deporte es de unir los corazones en pos de alcanzar glorias para quien practique dicha disciplina (no importando los tamaños y formas; tratando de comprender sus contextos). Ésto se eleva a un nivel mayor en representaciones nacionales. Luisito Pie, con la medalla de bronce en Taekwondo en Río 2016, llevaba encima los nervios, las ansias de seguir y el ímpetu de una nación; aunque muchos lo vean como un logro menor. Sí, dentro de la imperfecciones del Deporte aquí en República Dominicana (y en aquellos con categoría olímpica actual).

Todo ésto no va solo al hecho de la Pelea contra el español Jesús Tortosa, sino con todo lo que conlleva la expresión de lucha para llegar a ese instante. El orgullo de vestir los colores y llevarlos hasta el último intento. Por eso Jorge Valdano hablando sobre cómo explicaba La Nuestra como estilo de juego del Fútbol Argentino al principio del Siglo XX, decía que: La Nuestra es la pelota. La Nuestra tiene mucho más que ver con amor a la Pelota que con el amor al Fútbol. Yo recuerdo un cuento del Negro Fontanarrosa maravilloso. Un niño que deja la Pelota en un banco, se la olvida y se va. Pero cuando llega a la esquina, gira la cabeza y le silba a la Pelota. La Pelota se baja del banco y lo sigue al niño. Me sobresaltó, porque ésa era la aspiración que teníamos; que la Pelota nos obedeciera a nosotros a nuestra antojo. Ésa es La Nuestra (2). Dentro de la misma explicación se denota el control de los momentos y que el foco del juego, La pelota, siempre estuviese cerca de ellos (3). Es una imagen viva de cómo el Dominicano se apropia de lo que ama y a quienes ama, que eso sea el centro de atención. El motor de la alegría. Por eso Luisito Pie fue movido por esos sentimientos que genera saber que pudo representar con éxito a su hogar y a la gente que se ve en él. A pesar de los problemas que le rodea. Por encima de todo, es una característica de la Dominicanidad: la lucha continua y seguir caminando.

Tal vez, no lo sé, él diga, debido a lo que ha estado sembrando y cosechando:  «(…) al triunfo le hinqué el diente que afilé con el fracaso» (4).

 


Referencias:

(1) Del Cabral, Manuel. (1987). Obra poética completa de Manuel del Cabral • Tercer trompezón. P. 152. Editora Alfa & Omega. José Contreras, Santo Domingo, República Dominicana.

(2) Rascovan, D., Rosenfeld, N. (Productores), Barnade, Ó., Rémoli, C., Fernández Moores, E., Dejtiar, G., Morente, N. (Escritores), & Rémoli , C. (Director). (2016). El Fútbol es Historia [Motion Picture]. Argentina. Agosto 17, 2016, de https://youtu.be/61kAdYPE5lU?t=13m.

(3) Una explicación de Jorge Valdado sobre La Nuestra con un cuento de Roberto Fontanarrosa. Cómo se interpretaba la misma y que aspiración tenía en sí misma. Parafraseada y explicada. Para más información, ver El Fútbol es Historia. Capítulo 1 – El Nacimiento (1867-1930).

(4) Del Cabral, Manuel. (1987). Obra poética completa de Manuel del Cabral • Compadre Mon en Haití. P. 137. Editora Alfa & Omega. José Contreras, Santo Domingo, República Dominicana.

El hermano Carlos

 

(…) se extinguió de repente.
Como si un ventarón helado
la hubiera apagado. (1)

 

Yo veo que sigues con los mismos pasos
por aquellos caminos intransitables que la vida
evita que uno tome en ciertos momentos;
la Humanidad vive en ese círculo, en lo que
por diferencias nos hace seguir en esto.
Tú, Carlitos, que nunca quisiste pasarte de la raya,
a pesar de que nada humano te era ajeno.
Por estas razones (y otras que desconozco) quisiste
ser así:
Uno más. Otro humano a la puerta
de la realidad que a todos nos arropa.
La paz era contigo y
tú con ella; sin importar el pago de facturas,
ni pagarés, por eso quise ser como tú,
abierto, puesto en lo mío, como en tus cosas estabas;
sin importar lo que dijesen, porque decías que
Dios la razón nos da y la fe nos ayuda a caminar.

Sí, eran las cositas pequeñitas que
te hacían grande en la congregación,
como en la comunidad; la Palabra
blanda y armónica que despedían
tus labios formaban el deseo de
conocerte.
Tratarte.
El Evangelio del amor y la Paz
era tu baluarte, porque no temías
en decir que fallabas, que las
miserias te arropaban como la noche
hace sobre la oscuridad.
Llevabas colgado cada una de tus miserias,
sin negar ninguna, aunque una que otra
se te escapaba.
Iría a tus brazos con el fin de
que me enseñaras tus secretos,
eso de morir al Viejo Hombre
(que para mí, era un misterio)
Pero decías que era algo diario,
enterrarte en tu habitación,
mientras La Oscuridad te leía tu panegírico,
día tras día, noche tras noche,
a pesar que en la mañana volvías como si nada.

Ése es el Hermano Carlos que
conocí,
puesto en pos de la vida,
sin ignorar los clamores y las injusticias.
Hasta que llegó el día,
ese que dejaste de ser,
de vivir. Porque te volviste
otro normal,
pero repetías que volverías
y que eso del Eterno Retorno era
un poco real.
Que ir y venir era normal,
eso de caminar: como punto de
que la Fe nunca faltará.
Espero que el viento no te lleve
a la deriva, y que el mismo
no apague tu llama, esa que
está al borde de tu mesa,
ardiente, protegida, aunque vulnerable,
sabiendo de que, tal vez, no haya mañana.

Ni haga (un) mañana, pudiendo
hacer como el poeta cibaeño,
irme dentro de ti, conocerte más,
ayudarte. La caída (aparente)
es la oportunidad de verse con la Gloria
venidera. No me quites la dicha de hablar de ti,
del ejemplo que eres para los mortales,
nosotros los humanos con caretas.
Sí, queda en mí que volverás,
resucitarás,
y posible que todo se vuelva a repetir.
Dentro de mi habitación,
así mismo como la tuya,
mi soledad se alegra con esa elegante esperanza  (2)
de que lo que construiste
no se pierda,
mas tenga vida eterna.
Debido a que quieres perderte,
volviendo a hacer lo que habituabas:
que cada día morías a ti
para no andar con tus muertes acumuladas
a las espaldas.
Pero la Corona de Vida la forjas
con el hecho que tienes
un respiro más para justificarla.
No sea yo u otra persona
tropiezo para tus fines
sabiendo que tienes tiempo pregonando
el Evangelio nuestro
mientras desapareces.

 


[1] Skarmeta, Antonio. (2010). Un padre de película. P. 13. Editorial Planeta. Santiago, Chile.
[2] Borges, Jorge Luis. (2004). Ficciones: La Biblioteca de Babel. P. 99. Biblioteca Borges, Alianza Editorial. Madrid, España.

Percepciones

—Qué manera de empezar mi investigación —dije, entre los dientes, mientras toda la clase aún pensaba en las suyas—.
Entre el carbón del lápiz rozando cada línea de mi cátedra y las ideas fluyendo en mi cabeza, ya todo mi marco teórico estaba planteado. Era el más adecuado para las exigencias de la materia. Solo me faltaba pasarlo a un formato digital.

Ya que había terminado esa parte, miré hacia atrás. Laura aún tenía sus papeles vacíos. Aunque ese vacío se estaba emulando en su rostro bronceado de santiaguera, sin ninguna razón aparente. No entendía su estado. Anoche hablamos de lo más normal y nos habíamos pasado veinticinco minutos hablando de todo el menester de esta clase, y de mi posible marco teórico. Ella aún no había escogido su tema y me dijo que iba a investigar más para poder delimitarlo. En ese momento, me cerró. Eran apenas las ocho de ese lunes por noche y en el Gran Santo Domingo todavía era temprano.

Luego de dar esa retrospectiva, detuve la corrida olímpica que estuve realizando con el lápiz por todas las líneas de mi cátedra y me decidí a preguntarle qué le pasaba. En el marco de las amistades, existen ciertas normas que, dejando la humanidad a un lado, deben ser seguidas religiosamente. Por inherencia, la clase de Seminario Monográfico Clínico I no es la más interesante de todas, ni tampoco la más divertida, pero mi tema me encantaba: El cuadro psicológico de mujeres que no pueden tener hijos. Eso decía. Imagínense, debe ser devastador. Ser despojada de la habilidad de concebir, ni sentir entre tus brazos el fruto de nueve meses de puro trabajo/sacrificio.

—Laura, por favor, extérnale a la clase tu tema. Ya que te veo en Belén con lo’ pa’tore’[1] —dijo la profesora—.
—Bueno, eh, aún no lo tengo bien estructurado. Me explico profesora. Anoche me reuní con quien sería mi paciente. Una mujer hermosa, con todos sus atributos bien distribuidos, inteligente y trabajadora; el epítome de una mujer independiente. Meses antes, ella me había preguntado si podía ayudarla con un tema familiar. Le respondí que no, en ese entonces, era apenas una pinita en la universidad. Después algunas margaritas en un bar de la Zona Colonial, me dijo que ya no podía más. Entre lágrimas. Pensé que se trataría de un tema de muerte de un pariente muy cercano o una de esas trivialidades que, con un poco de evaluación de la conducta, se pueden resolver fácilmente.

—No puedo más con él. Aún lo amo, pero no sé qué hacer. Me vive diciendo qué va  a cambiar, pero vuelve y lo hace.
—Pero, ¿qué es lo que hace? —le preguntaba—.
—Te cuento. El otro día, luego que te dije que nos reuniríamos para ayudarte con tu tarea; llegué a casa, un poco pasada de tragos, lo admito. Pero él pensó mal de una vez, no me dio un lapso para explicarle. Solo vi cómo se abalanzaba sobre mí y me pegaba, me pegó muy fuerte, no sabes cuánto. Al rato, se calmó y fuimos a la habitación. Hicimos el amor, ya ni sé. Me martilla la consciencia el hecho que siempre me dice que no llame a la Fiscalía. Temo por mis hijos. Gracias a Dios nunca están en casa cuando nos peleamos —me decía, hiperventilando—.
—Si usted hubiese visto profe’, veía su seriedad, ya no era una escena de esas novelas de mala muerte. Era un asunto de verdad y que, aparentemente, ella quería que tratara. Le recomendé que no escatimara esfuerzos para depositar la querella, tratando de desvincularme de su situación y no sentirme, de cierta manera, responsable; fue inútil. Sus respuestas fueron rotundas:—NO, NO, NO. Es que no quiero que los niños sean afectados. —me gritaba—.

—Además, no sabes de lo que es capaz. ¿No lees los periódicos? Todas esas esposas que son muertas a mano de sus supuestos esposos por ir a querellarlos. No quiero ser una más de las estadísticas.

—Gracias a Dios, nadie nos escuchaba por la música en el bar. Le contemplaba una mirada de ilusión, pero encarcelada en el castillo en el aire que le habían construido. Me contaba que él era adorable, trabajador, muy atento, tenía sus problemillas, pero con el tiempo se irían. La noche seguía pasando. La abracé con todas mis fuerzas para que sintiera mi apoyo, aunque lo hice con ciertas dudas y nos despedimos. Cada una tomó su rumbo. Al llegar a casa, me pasé la madrugada completa pensando en toda la conversación y la responsabilidad del caso. En la mañana, en mi cubículo de la oficina, me preguntaban que me pasaba. Nada respondí. —Laura calló repentinamente—.

—Interesante. Esto me recuerda a una joven de un grupo del semestre pasado que  se me había acercado con una historia parecida. Un cuadro de estudio impresionante, pero el juramento hipocrático me prohíbe explicarles con detalles; se dice el pecado, no el pecador, dicen. Pero estos casos son tan habituales en nuestra media isla. Entonces, ¿qué piensas hacer, Laura? —preguntó la profesora—.
—Posiblemente deje el caso. Creo que no me siento capaz de llevarlo por todo el peso moral que conlleva. Además, es un caso muy complejo de tratar, sabiendo que no tengo experiencia en el área.

Al escuchar todo esta trama, todo el curso se quedó atónito. Duramos como quince minutos en completo silencio. Me levanté de mi butaca, con todos mis papeles y los tiré a la basura. Mi tema no era tan genial después de todo. Creo que no vale la pena tener un hijo si no estás en paz contigo misma. Cuando me volví a sentar, a Laura le sonó el celular. Era un mensaje de texto:

—Qué mensaje tan extraño —murmuraba—.
—…

—Pues, muchachos, saben que deben traerme esta parte de sus investigaciones lista para la próxima clase, junto con su planteamiento del problema. Nos vemos la semana que viene. Pasen buenas tardes  —así se despidió la profesora—.

Al recoger todos mis útiles. Me había quedado sola con Laura y hablamos un rato acerca de todo ese suceso de anoche:
—¿No piensas ayudarla? —le decía—.
—Es que es demasiado para mí. No puedo ni con mi propia vida y no estoy dispuesta a llenarla con problemas que no me incumben. Solo quiero pasar esta materia.
—Cada loco con su tema —callé para no molestarla más—.

Cuando decidimos salir del aula y llegar a nuestra próxima clase, vimos todo un tumulto frente al edificio que daba a la entrada del campus. Corrimos hacia allá y una muchacha estaba gritando, diciendo:
—Yo le dije que todo se podía solucionar. Que él no valía la pena y que no era necesario todo esto. Solo dejó esta carta al pie del árbol, junto a su celular.
Cuando miramos hacia arriba, nos pasmamos. El cuerpo de la amiga de Laura colgaba desde lo alto de la mata de mangos. Hasta a mí me impactó la escena. Me fijé en su rostro y, al darme cuenta que la conocía, me apuñaló el corazón.
Leticia, antigua compañera de su colegio en la Ciudad Corazón, quien se casó forzosamente con Jorge, mi mejor amigo de la adolescencia, luego de tener un año de amores, al saber que ella estaba embarazada. Desde pequeños traté de ayudarlo con su problema de ira, pero, por consejo de mis padres, me recomendaron cortar todo tipo de laso de amistad con él. Me fue indiferente; eso trataba de simular. Como ella era amiga de Laura, una vez nos comentó acerca de su infancia y por qué decidió venir a la capital a estudiar; entre las conversaciones, nos habló de su novio, Jorge, y me di cuenta que era el mismo de hace años. Qué patio es nuestro país.
—… —exhalé—.

A pesar de la revisión de su estado, no había ninguna esperanza cuando la pudieron bajar. Se había desnucado por completo. Todo el mundo se había ido del lugar y, Laura y yo nos quedamos al borde del árbol. Tomé el celular de Laura y busqué los mini-mensajes; leí el último que recibió. Era un recado, su despedida. Busqué mi celular en uno de los bolsillos de mi cartera. Marqué:
—Buenas, ¿Fiscalía? Una pregunta, ¿es suficiente prueba un mini-mensaje para poner una querella?


[1] La frase denota poco de atención a un cierto asunto del momento.